El pago de multas en la sede del Juzgado Municipal de Faltas de Resistencia, situado en calle Saavedra al 420, es una experiencia que tiene muy poca consideración para con los contribuyentes de la comuna de la ciudad capital.
En esa sede las personas que acuden citadas para hacerse cargo de una infracción de tránsito o interesadas en abonar deudas a fin de transferir sus vehículos, se encuentran con que los pagos se efectúan en una caja que funciona con ventana hacia la vereda y ante la cual se forman filas, a veces extensas, de personas que deben aguardar su turno bajo el impiadoso sol del verano chaqueño. En los inviernos es padeciendo el frío de esas jornadas. SISTEMA OBSOLETO Lo que sucede día a día en el tribunal municipal es parte de un mecanismo obsoleto que no está pensado para la comodidad del contribuyente, sino con una concepción marcadamente burocrática. En plena era digital, la cobranza de las multas mueve un dispositivo que arranca con el envío por vía postal de una citación al domicilio del contribuyente, que es obligado a asistir al Juzgado en un plazo determinado, (generalmente, 72 horas hábiles). A partir de allí, la persona debe acomodar sus obligaciones -las laborales, por ejemplo- como para tener un buen rato de la mañana en el cual concurrir al Juzgado, donde deberá aguardar para ser atendido, todo como si se tratara del imputado de un delito penal, cuando en la mayoría de los casos se trata simplemente de personas que no pagaron la tarifa del estacionamiento medido. A veces, esa infracción ni siquiera es por haber actuado con malicia, sino por olvidarse de activar el sistema de crédito digital implementado por el EMI, por no haber hallado algún dispositivo de carga que funcionara o un operador visible del sistema que le hiciera la carga correspondiente. Tras dar aviso del motivo de su asistencia, el contribuyente será notificado del importe a pagar y si tiene algún beneficio (habitualmente, acudir en el plazo de la intimación da lugar a una rebaja) que alivie la cuenta. Luego, se le indicará que ya está en condiciones de abonar la penalización. Llega entonces el momento de volver al exterior del edificio y ver que hay una pequeña ventana, más diminuta que la de un pequeño kiosco, detrás de la cual un agente comunal concreta la cobranza. Por la constante afluencia de personas multadas, ante la ventanita se forma una fila que puede volverse extensa, bajo el sol abrasador. Los más afortunados, como mucho, tienen el beneficio de unos minutos bajo la sombra de un árbol.